22 de diciembre de 2025
En la avenida de Mijas, justo en la rotonda que está debajo de la autovía que lleva hasta Málaga, el ayuntamiento la ha decorado con unas figuras hechas con ledes, como es habitual hoy en día.

Los camellos amarillos destacan enormemente. ¡Perdón! He dicho camellos, pues esa es la costumbre, pero no son camellos. Son dromedarios. La regla es muy sencilla: si tienen una joroba son dromedarios. Si tienen dos jorobas son camellos.
¿Entonces –podríamos preguntarnos– por qué los llamamos camellos? la respuesta es sencilla: porque la familia (en el sentido biológico) se llama Camelus. Así que no nos equivocamos. Toda la familia se llama camello y dentro de ella hay un camello propiamente dicho y un dromedario.
Seguiré llamándolos camellos, aunque son dromedarios.
Los camellos que iluminan la noche
(Luces de Navidad en Mijas)
Hay una esquina de Mijas que, cuando cae la noche, se vuelve pura fábula. En la plaza —esa que cada diciembre se llena de luces, murmullos y olor a castañas— este año brilla una escena que todos reconocemos: los Reyes Magos junto al pesebre. Pero hay un detalle que casi siempre pasa desapercibido, un detalle que, sin embargo, sostiene toda la historia.
Los camellos.
Dos figuras luminosas, silenciosas, casi humildes, acompañan a Melchor, Gaspar y Baltasar. No tienen coronas, ni capas bordadas, ni miradas solemnes. No levantan la mano para saludar a los niños ni aparecen en los villancicos. Pero ahí están, fieles, pacientes, sosteniendo la escena desde la penumbra dorada de la plaza.
Y es curioso: en Navidad hablamos de estrellas, de ángeles, de pastores, de regalos, de milagros… pero casi nunca hablamos de ellos. Los camellos son los grandes olvidados del relato. Los que cargaron con los cofres, los que cruzaron desiertos, los que avanzaron noche tras noche siguiendo una estrella que no entendían pero obedecían. Los que llevaron, sobre su lomo cansado, la esperanza de tres reyes que buscaban a un niño.
En Mijas, bajo las luces navideñas, esas figuras luminosas parecen recuperar por fin su lugar. Se acercan al pesebre con una dignidad tranquila, como si supieran que su viaje —largo, silencioso, sin gloria— también forma parte del milagro. No traen oro, incienso ni mirra. Traen algo más discreto: el peso de la distancia recorrida, la constancia del paso firme, la lealtad sin palabras.
Quizá por eso, al verlos allí, iluminados en la noche fría, uno siente que la Navidad también es esto: recordar a quienes sostienen la historia desde el margen. A los que no salen en la foto principal pero sin los cuales nada habría llegado a tiempo. A los que caminan sin aplausos, pero llegan.
Este año, entre las luces de Mijas, yo me quedo con ellos.
Con los camellos.
Con su paciencia luminosa.
Con su manera de acercarse al pesebre sin pedir nada a cambio.
NOTAS
[1]
Nota fotos y texto. Salvo las fotos que tienen un agradecimiento específico, como por ejemplo Wikipedia, son nuestras y las licenciamos con
De tapas y otras cosas por Fuengirola © 2024 by Félix Ares is licensed under CC BY-SA 4.0 . Debe indicarse que está creado a partir de una obra de felix.ares.fm
En esta ocasión he contado con la colaboración de Vero.
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