16 de febrero de 2024
La idea de que comer los productos producidos localmente es más ecológico (produce menos huella de CO2) no es tan simple. El transporte de los productos agrarios y ganaderos representa un porcentaje muy pequeño de la emisión de CO2, por lo que consumir productos locales puede ser más contaminante que los lejanos.
La idea del locavorismo es muy simple: si comemos productos producidos localmente, la huella ecológica producida por nuestra alimentación será menor. La idea es atrayente, pero como casi todas las ideas simples peca de eso: de simple.
Locavorismo no es una palabra que la Academia de la Lengua hay aceptado, pero me caben muy pocas dudas de que lo hará. La palabra, en inglés, locavorism, fue acuñada en 2005 por la estadounidense Jessica Prentice junto con Sage Van Wing y Dede Sampson como unión de dos palabras latinas: locus cuyo significado para nosotros es obvio (local) y vorare, que tampoco nos resulta muy extraño: comer (devorar). Así que Locavorismo podríamos traducirlo como el ismo que propone comer productos locales. Jessica se comprometió a consumir únicamente productos provenientes de un radio de 100 millas (aproximadamente 160 km) alrededor de su hogar en el norte de California (USA) [1].
No cabe duda de que si hablamos del mismo producto y de las mismas condiciones de producción el que viaja menos produce menos huella ecológica. El problema es que casi nunca se dan las mismas condiciones de producción y al tener que tenerlas en cuenta el tema se complica una barbaridad. Tanto que muchas veces la ecuación se invierte: es más ecológico comer lo que viene de lejos.
(Cuidado, estos días está de actualidad la lucha de los agricultores españoles contra los productos de Marruecos. Si hablásemos «del mismo producto y de las mismas condiciones de producción [incluyendo las garantías a los trabajadores]» y Marruecos hubiera conseguido, gracias a su innovación, mejores precios, NO HABRÍA NADA QUE OBJETAR, pero es que no es así. A los agricultores europeos, gracias a los políticos que legislan desde sus sillones de Bruselas-Estrasburgo, les imponen unas reglas verdi-rojas que no se aplican a Marruecos. El resultado es evidente: competencia desleal.)
En un artículo publicado en la revista Enviromental Science Technology, en el número del 16 de abril de 2008 [2], los investigadores de la Universidad Carnegie Mellon (Estados Unidos) Christopher L. Weber [3], H. Scott Matthews [3] llegan a la conclusión de que la mayor parte de la energía en los alimentos se consume en la fase de producción. El transporte, considerando todas sus facetas, por ejemplo transporte de abonos o de fitosanitarios, contribuye por término medio un 11% y si nos atenemos solamente al transporte desde el productor hasta que llega a la tienda donde lo compra el consumidor, esa energía debemos bajarla al 4%.
¡¡¡¡¡El 4%!!!! Estamos hablando del chocolate del loro.
Quiero que se fijen en esa cifra: 4%. Es decir, que frente al consumo energético de la producción el transporte desde el lugar de origen hasta el consumidor es «el chocolate del loro». Soy consciente de que «el chocolate del loro» no es una de las medidas incluidas en el Sistema Internacional de Unidades, pero creo que se entiende.
Esta cifra nos indica claramente que lo de comprar lo producido localmente puede tener otras justificaciones –mantener el empleo en nuestros vecinos, que nos gustan más las variedades de nuestra tierra,…– pero no podemos decir que sea para disminuir la huella ecológica. Al menos, no siempre. Alguna vez, sin duda, será cierto.
Voy a poner un ejemplo muy sencillo, el de los tomates producidos en España y llevados al Reino Unido (UK) frente a los producidos en aquel país. Resulta que en producto tan sencillo como éste, al tener en cuenta todos los gastos de energía, es mejor llevarlos desde España que cultivarlos en UK . Ese resultado se explicaba en un artículo del periódico Times que estaba en la URL (http://www.timesonline.co.uk/tol/news/environment/article3294448.ece ). Por desgracia, esa página ha desaparecido, o al menos, yo no he logrado encontrarla. La razón principal es que UK es mucho más fría que el sur de España y para cultivarlos en UK se hace en invernaderos calentados artificialmente con el consiguiente consumo de energía.
El tema últimamente se está debatiendo intensamente, un ejemplo de la complejidad del tema podemos verlo en un artículo cuyo principal autor es Sandra Payén y que se titula: ACV de tomate local e importado: un equilibrio entre energía y agua [4]. Este artículo no pretende ser nada más que un ejemplo de la enorme complejidad del tema. Nada tan simple como la frasecita, tan defendida por GreenPeace y sus simpatizantes de que lo más cercano es más ecológico.
He puesto el ejemplo del tomate a propósito pues se trata de un producto donde habitualmente suele gustar comer lo local. No he visto ningún lugar en España donde no me hayan dicho que sus tomates son los mejores del país (el Raf de Murcia, el Corporalis de Daroca, el Basia de Huesca,…) Así que probablemente compremos tomates locales porque nos gustan más no porque su huella ecológica sea menor.
Cuando consumir lo lejano es más ecológico
Nueva Zelanda es un gran exportador de comida hacia UK. Las ideas del locavorismo empezaron a causar mella en la venta de sus productos y la Universidad Lincoln (Nueva Zelanda) hizo un estudio académico del tema. Los autores del informe son Caroline Saunders, Andrew Barber y Greg Taylor. El artículo podéis leerlo en la referencia [5]. El informe parece muy serio, pero incluso si consideramos que los investigadores hayan arrimado un poco «el ascua a su sardina» [otra unidad que no está en el Sistema Internacional de Unidades], los números son tan contundentes que dejan poco lugar a la duda.
El primer producto del que quiero hablar es el de los corderos. Ya sabemos que UK tiene fama de muy buenos corderos. Los corderos de Nueva Zelanda no son peores; tienen fama de ser de una excelente calidad. El estudio dice que la emisión de CO2 por cada kilogramo de carne, incluyendo el transporte desde Nueva Zelanda a UK, es un cuarto. O dicho al revés: el CO2 producido en UK es cuatro veces el de Nueva Zelanda.
Este es un caso claro en el que consumir lejano es mejor en cuanto a consumo energético y emisión de CO2.
El mismo estudio nos dice que la leche producida en UK consume el doble de energía que la producida en Nueva Zelanda (incluyendo el transporte desde NZ a UK).
En cuanto a las manzanas el estudio es menos concluyente aunque llega a la conclusión de que energéticamente es conveniente comprar las de NZ.
El último ejemplo que ponen es el de las humildes cebollas. Aquí el estudio llega a la conclusión de que producir cebollas en UK o producirlas y transportarlas desde NZ vienen a gastar la misma energía; aunque –indican– que las temporadas de producción son distintas en NZ y UK ( hemisferio sur, hemisferio norte) y si se tiene en cuenta el costo de almacenamiento en UK para poder servir en las temporadas que ellos no producen, en esos momentos es mejor comprar las de NZ. (Aquí veo un poco el «ascua arrimada a su sardina»). Pero no debe pasarnos desapercibido que incluso en la humilde cebolla, de poco valor, lo del consumir cerca es menos contaminante es mentira o al menos dudoso.
No quiero insistir mucho más. Simplemente repetir el mensaje que he querido transmitir: consumir productos producidos localmente o no depende de muchos factores, no es tan simple como cerca, más ecológico; lejos, menos.
Por desgracia, tenemos unos gobiernos, el europeo y mucho más el español que han asumido con alegría lo simple: lo más cercano, salvará al planeta (uno de los últimos objetivos de GreenPeace). Sinceramente no sé qué demonios le importa al planeta que nosotros produzcamos más o menos CO2. El planeta es inerte y por lo tanto ajeno a esas tonterías, pero de eso hablaremos en otra ocasión. Lo triste es que Europa y España asuman como dogmas de fe cosas que están muy lejos de ser verdad, como que consumir local es más ecológico. Suena bien y bonito, pero muchas veces es falso. Hay que estudiar cada caso por separado.
Local contra eficacia e innovación
Por otro lado quisiera que pensásemos un poco en la eficacia, competitividad y creatividad. Pensemos que llega a hacerse obligatorio que consumamos lo más cercano a nuestra casa (con los ministros que tenemos y el gran Pontífice Sánchez, puede decretarse en BOE de mañana, si es que no se ha decretado hoy). Como el productor local tiene asegurado el mercado, no tiene ninguna motivación para innovar ni para conseguir productos mejores, ni para que sus procesos sean más eficaces. Yo produzco lo de siempre y lo vendo al precio de siempre, sin pensar en cómo bajarlo.
Este modo de pensar puede ser catastrófico para la producción de alimentos y, en concreto, para la agricultura (y ganadería) españolas que han hecho un esfuerzo inmenso para mejorar procesos y, sin duda, son pioneros en muchas técnicas. Todo ello les permite poder llevar a Alemania productos desde el sur de España. Si la estupidez del locavorismo, tan querida de algunos políticos europeos y españoles [mucho más de los españoles, pues hemos asumido los postulados woke con más virulencia que nadie], se lleva a cabo, los productos españoles no podrán venderse nada más que en su provincia. ¿Ustedes creen que eso es bueno para la industria? Y es más, ¿ustedes creen que es bueno para el planeta? ¿Usar técnicas antiguas, poco eficaces en consumo de agua y de energía, es lo que mejora la emisión de CO2 o la falta de agua potable? ¿Que no haya competencia por la innovación es bueno para alguien? (Salvo para los políticos que viven del cuento).
Por favor, seamos sensatos. Lo local no es obligatoriamente lo menos contaminante. Y, obviamente, tampoco lo más contaminante, depende de cada caso. Y su estudio es mucho más complejo de lo que parece.
Y otro detallito que suele pasar desapercibido, salvo rarísimas excepciones, el precio de un producto está relacionado directamente con su consumo de energía, es decir, que si la carne de oveja de Nueva Zelanda es más barata que la del Reino Unido, lo más probable es que su huella ecológica también sea menor.
Por favor, seamos serios: dejémonos de simplezas.
Bibliografía
[1] Cope, S. (2013). Local Food Procurement/Locavorism. In: Thompson, P., Kaplan, D. (eds) Encyclopedia of Food and Agricultural Ethics. Springer, Dordrecht. https://doi.org/10.1007/978-94-007-6167-4_404-1
[2] Christopher L. Weber* and H. Scott Matthews. Food-Miles and the Relative Climate Impacts of Food Choices in the United States. Environ. Sci. Technol. 2008, 42, 10, 3508–3513. Publication Date:April 16, 2008. http://pubs.acs.org/doi/abs/10.1021/es702969f y https://doi.org/10.1021/es702969f
[3] Christopher L. Weber y H. Scott Matthews. Fichas personales de la CMU (Carnegie Mellon University). http://www.ce.cmu.edu/People/faculty/weber.html
[4] Sandra Payen, Claudine Basset-Mens, Sylvain Perret. LCA of local and imported tomato: an energy and water trade-off. Journal of Cleaner Production, Volume 87, 2015, Pages 139-148, ISSN 0959-6526, https://doi.org/10.1016/j.jclepro.2014.10.007.
[5] Saunders, Caroline and Barber, Andrew. Comparative Energy and Greenhouse Gas Emissions of New Zealand’s and the UK’s Dairy Industry. Research Report No. 297. July 2007. https://www.researchgate.net/publication/27814236_Comparative_energy_and_greenhouse_gas_emissions_of_New_Zealand’s_and_the_UK’s_dairy_industry/link/54e0fd7e0cf2953c22b970b2/download?_tp=eyJjb250ZXh0Ijp7ImZpcnN0UGFnZSI6InB1YmxpY2F0aW9uIiwicGFnZSI6InB1YmxpY2F0aW9uIn19
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