Viernes 19 de junio de 2015
Nuestro siguiente destino fue el pueblo de Yunquera, el más grande todos los que íbamos a visitar. Su nombre enseguida nos hace pensar en Junquera (lugar de juncos) y, efectivamente, esa es su etimología. Allí, donde hoy está el pueblo, había muchos juncos.
Visto desde lejos lo que más destaca entre la blancura del pueblo es el campanario de la parroquia de la Encarnación. No solo por la altura, también porque es la pincelada más importante de color en el lienzo blanco del pueblo.
Se trata de una iglesia gótica del siglo XVIII construida sobre la antigua fortaleza de Yunquera.
Dejamos el autobús en la Plaza de los Reyes Católicos y fuimos paseando por el pueblo. Una de las características es que tiene un buen bosque de pinsapos. El pueblo está el la montaña a la altura ideal para que crezca este árbol.
A veces, cuando veo cosas como el lío de cables de la siguiente foto me pregunto cómo es posible que las cosas funcionen sin un montón de averías.
Los letreros de las calles y de edificios públicos son de cerámica muy vistosa.
Arriba, a la izquierda el escudo local, con dos pinsapos, una torre vigía y una cabra.
Como es habitual en los pueblos andaluces, los balcones están adornados con preciosas flores.
En la calle nos encontramos hornacinas como esta:
De esta hornacina me llamó poderosamente la atención el cristo inocente. O si lo prefieren naif.
A pleno sol de junio, muy cerca del solsticio –hoy es 19– las calles deslumbran:
Pasamos por los restos del castillo que apenas se ven y llegamos a la parroquia de la Concepción:
Al entrar en la iglesia nos encontramos con esta preciosidad:
Los cristales de las ventanas son interesantes, aunque no sean los originales del siglo XVIII.
A la salida nos encontramos con una buena escultura de San Sebastián en el momento de morir a flechazos. Ya saben, San Sebastián el soldado romano que llegó a ser el Don del puerto de Ostia (Donostia).
Volvemos a las calles. Por estar de reparaciones los faroles estaban alumbrados y me dio la sensación de que quedaban muy estéticos. Un gasto de energía que sería imperdonable sin justificar por la avería y pruebas, pero que es estéticamente bello. ¿O no?
El algunos techos vemos nidos de golondrinas, pero tienen unos trapos, al parecer para que los pájaros no vuelvan:
Entramos a la casa-museo de Francisco Sola. Se trata de la vivienda familiar de los Sola-Portocarrero. hay muchas cosas interesantes; entre otras las numerosas medallas recibidas por el orujo que fabricaba la familia, libros antiguos, de cosas tan curiosas, como hacer hielo,… Un de las cosas más interesantes del museo es la pasión con la que cuenta todo el guía-conservador. Un gran apasionado de lo que hace.
Salimos y miramos a los montes. Hay dos tonos de verde. El verde oscuro corresponde al bosque de pinsapos.
Después nos fuimos a ver la casa donde vivió el beato Juan Duarte Martín de Yunquera. Si la casa de los Sola era una casa de gente rica, la del beato Duarte es una casa normal de gente del pueblo.
Para lavarse tenían una jarra con agua y una palangana.
Perseguido, la familia hizo una construcción camuflada (zulo), en el que permaneció a salvo hasta que un vecino lo denunció.
Salimos. Ya va siendo hora de ir a comer.
Según vamos hacia el autobús nos encontramos con estas preciosas almenas que nos dan la idea de lo que es un pueblo encalado en un día de cielo azul marino.
Cogemos el autobús y nos vamos a comer a un restaurante que está cerca de la Torre Vigia, que en su día era eso: una torre vigia y castillo construido por los árabes. Hoy el ayuntamiento la ha convertido en un observatorio astronómico, un museo y un mirador.
Comemos en el Asador de Miguelín y Miguel.
Al entrar teníamos preparadas las mesas:
Las jarras de vino y cerveza estuvieron sobre la mesa con solo pedirlas.
De primero nos dieron a elegir entre Salmorejo y Callos
Hubo algunos entremeses de embutidos, aunque los sacaron después del primer plato.
Y de segundo hubo o bien carrillera o pollo.
Salimos y allí mismo, al lado del restaurante, había un pinsapo:
Nos vamos del pueblo hacia Casatabonela, pero antes de irnos vimos en una plaza las muelas de un molino de aceituna:
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