La verdad es que lo último en lo que habíamos pensado era en hablar de desayunos/tapas en Fuengirola y de los controladores aéreos; pero da la «casualidad» de que salimos en avión, desde Donostia-San Sebastián con destino a Málaga el 3 de diciembre de 2010. Llegamos al aeropuerto de San Sebastián (Hondarribia) sin novedad. Hicimos el vuelo hasta Madrid –donde teníamos que hacer transbordo al de Málaga– sin ningún problema. Todo dentro de los parámetros que esperábamos. Pero al llegar a Madrid empezaron los problemas. Teníamos que coger un vuelo a Málaga poco después de las 19:00. Pero en los paneles no salía nada. Poco a poco se fue corriendo el rumor de que los controladores no hacían su trabajo. Se decía que estaban de huelga. Poco después por la megafonía del aeropuerto se confirmaba que los «controladores habían abandonado masivamente sus puestos de trabajo» y que Aena –la sociedad que gestiona los aeropuertos– se había visto obligada a cerrar el Espacio Aéreo madrileño por razones de seguridad y que nos dirigiéramos a las compañías aéreas. Me acerqué a Iberia –mi compañía– y la cola era para salir corriendo… No me atreví ni a ponerme en ella. Cuando la cola de AENA –la Empresa encargada de los aeropuertos y por ende de los controladores– fue razonable, me acerqué, me dieron las hojas para hacer una denuncia que, por supuesto, hice, y me explicaron que el aeropuerto estaba cerrado, pero que los «chaquetas rojas» de Iberia estaban ofreciendo ir en autobús al lugar de destino. Nos acercamos a la «chaqueta roja» y nos dijo que, efectivamente, para Málaga se estaba tratando de conseguir un autobús, que si lo queríamos que subiéramos a la planta 2ª al mostrador 870 y que allí nos darían un billete para el autobús. Fuimos. No había demasiada cola, aunque la lentitud de la atención me hizo pensar en cosas muy malas. Más bien en insultos. Pero la chica que nos atendió fue amable –era lenta como ella sola, pero amable– nos dio los billetes y nos dijo que hacia las 23:30 saldría el autobús para Málaga. Lo cogimos pues pensamos que más valía autobús malo en mano que un rápido vuelo «volando». Mejor era llegar en autobús, que pájaros en el aire. A las 11:00 nos acercamos a la zona de «embarque autobuseril»; el autobús ya estaba casi lleno, a pesar de que nos habían dicho que la hora estimada de salida era las 11:28. Era un autobús con los asientos muy pegados y la señora de delante de mí no se le ocurrió mejor cosa que echar para atrás su asiento con lo que todo el viaje he ido con las rodillas doloridas. Mido 1,81 y, además, mi fémur es muy largo. ¿No hay nadie que les diga a los que hacen autobuses que la altura media de los ciudadanos españoles ha crecido y que esa distancia ridícula que dejan entre asiento y asiento es eso: ridícula; y ¿nadie les ha dicho a esas señoras que reclinan sus asientos que tal vez estén jorobando a sus congéneres de detrás? ¿Les importará? En cualquier caso agradecemos a Iberia el no habernos dejado tirados.
El caso es que en unas condiciones mucho peores que en un autobus de los que hacen la línea regular desde Madrid a Fuengirola (Daibus), llegamos al aeropuerto de Málaga. Tuvimos la malísima suerte de llegar a las 7:18, en el momento que se iba el tren para Fuengirola, por lo que tuvimos que esperan una hora al siguiente cercanías. Llegó, lo cogimos y hacia las 9:00 estábamos en la estación de «Los Boliches», ya en Fuengirola, pero la penúltima.
-¿Desayunamos?
-¿Por qué no?
– Me apetecen unos churros.
– Yo no se si hay churros en Fuengirola.
Al caminar, al lado de la estación de «Los Boliches» vimos un bar que anunciaba: Primer aniversario. Desayuno con churros. Caña y tapa 1,5 Euros.
Churros.
Entramos. Y, efectivamente, nos dieron café con leche con un churro largo en forma de espiral. Muy largo. Y también con la caña nos ofreceron una gran variedad de tapas. Una de ellas era una «hamburguesa». La pedí, y estaba buena. Por suerte, se parecía poco a una hamburguesa; era carne picada aplastada en una deliciosa salsa de cebolla y vino blanco. Nada de Ketchup, ni de pepinillos, ni de bollo de pan dulzón. Y la caña y la tapa costaba 1,5 Euros. Me parece un buen precio.
Se me olvidaba, otras de sus tapas que daban en la oferta eran coquillas, pulpo y lágrimas de pollo.
El bar se llama Cervecería «LA Caña»; está en la Calle Santa Rosa en el Edificio Tajo. Mirando en Internet acabo de descubrir que era uno de los establecimientos que colaboraba en la guía «La Tapa Erótica» de Fuengirola.
Un abrazo, me voy a dormir lo que no he hecho en el autobús.